Soy una mujer forjada en una familia muy tradicional y disfuncional. ¿Por qué digo esto? Porque lo que hice y lo que aún siento, está condenada en mi familia, pero a mí, a mí no me avergüenza ni me atemoriza.
Hace más o menos cuatro año fui a unas de esas típicas comidas de empresas. En que vas con amigos y enemigos de tu trabajo, incluido tu jefe, quien siempre está espiando que come y toma cada uno de sus trabajadores.
Yo fui a la comida que se realizará en unas conocidas parrilladas de Santiago. Para ir, hablé con mi pareja para que cuidará a los niños, Gonzalo de 4 y Vanessa de 14.
Me enfundé en mis mejores botas negras, de gran taco, largas y ajustadas, unos leggins negros y blusón de lentejuelas. Debo confesar que me esmero bastante en verme linda cuando salgo porque me gusta verme bien.
Partí con mi amiga Gioconda a este lugar que me traería sorpresas que jamás pensé que transmutarían mi vida para siempre.
Cuando llegamos nos sentamos con nuestro grupo de amigas con las cuáles he compartido penas y alegrías de toda índole. Comimos una rica carne asada, y decidimos ir a bailar. Había un bailarín que nos mostraba una coreografía y la seguíamos, todo muy alegre. Al bailar vi desde lejos a un ex compañero de trabajo que estaba ahí con un grupo de amigos celebrando no se que cosa, salimos a fumar al hall y conversarmos de cosas trviales como de los hijos, el ambiente laboral de su nuevo trabajo, en ese momento apareció Rosaura y me tomó de la mano y me dijo¿Ven vamos a bailar! y me llevó casi arrastrando a la pista de baile. Ella se había hecho amistad reciente con grupo de varones de un sindicao quienes celebraban su anivesario.
Rosaura baila con un hombre alto y robusto llamado Sandro, mi amiga Gioconda bailaba con otro llamado Pedro y a mí me pusieron con un calvo sonriente que se llamaba Rodrigo. Recuerdo que eran como las doce de la noche cuando empezasmos a bailar al compás de la salsa, el merengue, rock latino, cumbia y cuanto hay. Tanto que bailamos que nos dio sed con mis amigas y les dijinos a estos chicos que no se guiríamos bailando porque estabamos un poquieto cansad. habíamos bailado sin hablarnos casi dos horas, eran solo nuestros cuerpos hablando, coquetenado, de manera sensual y divertida.do
Cuando ibamos caminando hacia nuestras mesas, uno de los hombres con los cuales bailabamos nos dijo:
-Acompañennos al VIP, ahí estamos nosotros. Nos miramos y dijimos ¡Por qué no? Empezamos a hablar de nuestras vidas, qué haciamos, en que trbajabamos, estados civiles y nos invitaron unos tragos. Yo tomé una rica caipiriña, de esas brasileñas suvaes, dulces y sabrosas. Me puse a conversar un poco más con Rodrigo miestras el resto de las chcicas hablaba con el numeroso grupo de hombres que nos rodeab (eramos las únicas tres mujeres entre 30 varones). Cuando vi a Rodrigo en el primer instante que baile con él, me pareció bastante agradable, simpático, tenía una linda osnrisa y a pesar que jamás me había intresado un hombre calvo, este si me llamó la atención, llamenlo feeling, quimica o vidas pasadas, pero sentí que desde siemre lo conocía. Tanto así que la conversación con el surgió espontánea y natural.
-¿eres casada?
_no, le contesté, separada, pero vivo con alguien hace un año
-Yo también, me contestó él y tengo una hija de siete y se llama Vicenta.
-Yo tengo dos hijos.
Debo reconcer que ya con esas breves plabras uqe habíamos intercambiado, ese hombre había entreado en mi siquis y sentí que me gustaba y entonces surgió la confusión en mí y de sus palabras solo quedé colgada de lo que yo quería escuchar. Tal vez me dijo que era casaso, pero no lo recordé hasta varios semanas después. En sus ojos me perdía y luego de conversar de ya nosé que cosas más, nos fuimos bailar nuevamnete, hasta que la orquesta no tocó más y el ocal cerraría. No quería irme, no quería perderlo. Para mi buena suerte o tal vez mala, ya no lo sé, su amigo Sandro nos pidió nuestros números de telefono y yo guardé también el de él, pero como el alcohol, el cansancio y la pasión me tenía nublada la razón, pensé que el número guarado era de Rodrigo. Antes de irnos nos sacamos una foto donde yo le daba un beso en la cara a Rodrigo.
Al salir del lugar los chicos nos cacompañaron hasta nuestros autos, fui ahí cuando, Rodrigo ne tomó de la mano y caminamos por la calle cumming bajo la luz de la luna. Me dijo adiós, espero verte alguna vez. Yo le dije adiós y que también me gustaría volver a verlo.
CAPITULO II
Una semana después, un domingo del mes de octubre decidí llamar a Rodrigo. marque su número, empezamos a hablar de la vida y de lo que hacía cuando derrepente caía en la cuenta que no era Rodrigo con quien hablaba, sino Sandro. El muy pesado me dejó hablando por lo menos 15 minutos con el,error, menos mal que para mi suerte no dije nada indebido ni comprometedor. Decidíe darle corte rápido a la conversación cuando em di cuenta de con quién estaba conversando. Lo positivo de esta situación es que me dijo:- Podríamos juntarnos a tomar algo, si le dije yo podríamos, pero no solo podríamos ir con amigos, yo con Rosa y tu... con quién podrías ir?. Obviamente me contestó que iría con Rodrigo.
Una semana después, el último viernes de octubre, nos quedamos de ver en Ñuñoa, en bar de esos populares que hay en el sector. Llegamos con mi súper amigui al lugar y desde lejos vi que estaba Sandro, pero no Rodrigo. Mi corazón cayó al suelo. Nos acercamos y nos saludamos, empezamos a recordar la buena noche que pasamos cuando nos conocimos, cuando en un instante escuche su voz y sentí su olor fresco, ese perfume inconfundible que quedó marcado en mi memoria hasta hoy.
Se acercó a nosotros y nos saludó con un beso en la cara a ambas. Pedimos unas cervezas y charlamos de la vida, de nuestras vidas de casados, de solteros, del sur de Chile, pues él era de Talca.
Hablamos y nos reímos hasta que llegó el mmoento delas despedidas. El no me habló en todo la noche directamente amí sino que en general, pero al terminar la junta se me acercó y me dijo:
-Deseé tanto darte un beso essa noche y aún lo deseo- Yo lo miré y me quedé congelada frente a aquella declaración. Me acompañó hasta donde estaba estacionado mi auto y me lo dio. Sí, me dio un profundo, pero tierno beso. Sus labios suaves sobre los míos, sin apuros, con calma llegando a mi ser con solo sentir su cuerpo pegado al mío. Lentamente sintiendo más dentro de mi boca y de mi corazón. Luego de ese minuto que fue eterno no quería irme, no quería dejarlo, quería quedarme en ese beso por siempre y en ese momento eternamente, pues sabía que nada de lo que ocurrirían después terminaría tan bien como ese día. antes de irme me dijo: -toma mi número, llámame- esperaré que lo hagas mi judith.
No hay comentarios:
Publicar un comentario